La importancia de tu contexto. Tú decides

Aquello con lo que interactuamos, nos transforma. Todo está en continuo cambio. Realmente somos como esponjas que absorben mucho de lo que hay a nuestro alrededor, e incorporamos constante aprendizaje. Al mismo tiempo, somos emisores y protagonistas de experiencias que promovemos, tú decides cuáles.

¿Os habéis fijado alguna vez en el carácter de la gente rural, más asociada a los pueblos? ¿Os habéis fijado en algunas de las actitudes de la gente de las grandes ciudades? Por supuesto, aun habiendo de todo, hay algo que no pasa desapercibido, y es que la gente de las grandes urbes tiende a ir más acelerada, debido a que sus vidas discurren en contextos donde todo ocurre más deprisa. Esto es propio de las sociedades industrializadas, y entre las causas, probablemente, se encuentren, el situar a las personas lejos de zonas de naturaleza, que son nuestras fuentes originales; y su energía, ya de por sí, contribuye a armonizar nuestro cuerpo y mente. ¿Habéis observado que ocurre cuando permanecéis más o menos durante un tiempo prolongado en un espacio natural? Aunque su percepción a veces sea muy sutil, lo cierto es que nos sentimos mejor con nosotros mismos. Pero, ¿por qué?, antes de que sigan leyendo, párense, reflexiónenlo un momento.

La cuestión es que la experiencia es un intercambio de energía. En los ejemplos que hemos puesto, las sociedades capitalistas e industrializadas, orientadas a la productividad del individuo, se caracterizan por un número exacerbado de personas que conviven, literalmente, unas encima de otras, y donde todo va demasiado deprisa. Hay una dependencia del reloj constantemente, hora a hora. Estas circunstancias mecanizan a las personas, las cuales se vuelven menos espontáneas, alejándolas de su propia libertad. No es de extrañar que participar de esa energía, nos termine estresando. Como tampoco lo es, que las personas de grandes ciudades, cuando toman vacaciones, quieran ir a contextos rurales y naturales. En los otros casos, tanto si vamos a la montaña, playa, campo o bosque, venimos más armonizados, mejor con nosotros mismos. Esto ocurre debido a un fenómeno de “sincronización”, nuestro reloj biológico y también nuestra vibración de energía se ajusta mucho mejor al árbol que al hormigón.

Fijaros pues la importancia que los contextos tienen en nuestras vidas, y como condicionan nuestros estados de ánimo. Así pues, es mucho más fácil, tener ansiedad si vivimos en una ciudad que en contextos rurales. Con la depresión ocurre exactamente lo mismo. No digo que todos los problemas se deriven de la influencia de donde vivimos, solo que son elementos importantes a considerar.

Sin embargo, no solo los lugares donde vivimos nos influencian. Por ejemplo, el trabajo que tenemos, nos influye en la actitud y la visión que tomamos hacia el mundo. Evidentemente, las condiciones laborales, determinan en mucha proporción la simbiosis de la que se nutre la experiencia. Por ejemplo, las personas que trabajan la tierra, a pesar de todo lo positivo que les aporte ese contacto con una fuente natural, si tienen que echar más horas que un reloj, y si trabajan de forma mecanizada para poder producir lo máximo, volvemos a lo mismo que hablábamos, máximo rendimiento, máxima productividad, poca autorrealización personal. ¿Qué tipo de trabajo te haría realmente feliz? ¿Podrías conseguirlo?

El contexto de las personas que nos rodean también es muy importante. Somos seres sociales, y como tales, necesitamos relacionarnos, expresarnos, escucharnos, etc. La calidad de nuestras relaciones con los otros es un factor considerable de nuestra propia felicidad.

Por último, señalo nuestra capacidad para elegir; todos tenemos el timón de nuestro barco, aunque a veces vengan tormentas. Ser conscientes y hacernos responsables de que tenemos las riendas de nuestra propia vida es fundamental para saber elegir, dónde vivimos, a qué nos dedicamos, y con quién nos relacionamos. Si la experiencia se nutre de esa interacción, sin olvidarnos de depositar “luz” en aquello que hagamos, hemos de tener en cuenta de si aquello en lo que participamos nos hace realmente felices. Aún pueden seguir decidiendo.

La educación, la filosofía y la psicología deben de estar al servicio de aportar a las personas un sentido eficiente de autonomía que les haga responsables de sus propias vidas. Que las personas aprendan a elegir por sí mismas, según que les dice su interior aun cuando a veces, esto suponga romper con los caminos sociales preestablecidos. .